Cuando saltaba los planetas aterricé en uno muy brillante. Todo
era de colores. Se alegró mucho cuando puse mis pies sobre su
superficie. Era pequeño, muy pequeño, tan pequeño como una sonrisa
pero tan grande, muy grande, tan grande como… una sonrisa.
Era muy divertido estar en aquel planeta. Cuando yo imaginaba
cualquier cosa, esa cosa aparecía allí. Imaginaba un globo, y allí
estaba, listo para que lo cogiera. Imaginaba un paisaje de muchos y
vivos colores, y ¡allí estaba!
-¡Me encanta estar contigo!
-¡Y a mi contigo!
-Pero… preferiría jugar contigo, en vez de jugar encima tuyo.
-No puedo… Soy muy grande para jugar contigo, que eres tan
pequeño…
-Eres pequeño, muy pequeño, tan pequeño como una sonrisa pero
tan grande, muy grande, tan grande como… ¡una sonrisa! ¡Claro que
puedes jugar!
-¿Ves como soy grande?
-Eres tan grande como quieras serlo. O tan pequeño como quieras
serlo. ¿Quieres jugar?
-Claro, te daré lo que quieras y disfrutaré viéndote
jugar.
-Preferiría jugar contigo.
-¿Prefieres jugar conmigo a que te dé todo lo que quieras?
-Claro. Los objetos que me das son efímeros, algo que hoy está
aquí pero mañana no estará. En cambio, si juegas conmigo tú y yo
compartiremos algo importante, y los dos lo recordaremos en el
futuro. Porque nada es más especial que un momento compartido.
-¡Disfrutemos, entonces!
Quizás nunca más vuelva a encontrarme con aquel brillante
planeta, pero el recuerdo de los momentos maravillosos que vivimos
juntos me acompañará siempre.
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