Caminaba
entre las hojas de los helechos. Unos pequeños insectos atraían mi
atención.
-Hola.
-¡Buen
día, compañero!
-¿A
qué juegas?
-¡A
la vida, compañero! ¡No me queda mucho tiempo!
-¿Qué
quieres decir? ¿Vas a morir?
-¡En
algún momento, seguro! ¡Por eso disfruto cada momento al máximo!
-Disfruta,
entonces, hermanita.
Más
tarde descubrí que el insecto vivaracho era una efímera.
“La
vida de los adultos es muy corta; muchas especies viven menos de un
día: emergen al atardecer y por la mañana han muerto,” decía el
diccionario.
Un
insecto que solamente vive un día su vida de adulto… Entonces,
había usado casi un año según su punto de vista para hablar
conmigo. ¡Qué amable! Y pensar que hay personas que se quejan de
que no tienen tiempo…
Las
efímeras viven un día, pero ese día es toda su vida. Las personas
podemos vivir muchos años, pero esos años no son más que un
suspiro en la vida de la Tierra. El tiempo depende siempre del punto
de vista.
Es
sencillo vivir cuando eres niño, porque la vida es un poco como la
vida de las efímeras, viviendo el día al máximo de sus
posibilidades. Somos quienes somos, amamos a quienes amamos, sentimos
lo que sentimos, reimos lo que reimos.
Si
miras las estrellas, verás luces que quizás ya no existan porque la
luz de su muerte tarda un tiempo en llegar a la Tierra. ¡Tan cerca
pero tan lejos…! La muerte es así, es un cambio inevitable, y
necesario. Para que algo nuevo llegue, algo tiene que dejar su lugar.
Lo mejor de todo es que casi nunca sabes cuándo o cómo va a
llegar. ¡Por eso es tan divertido vivir!
Cada
día, una aventura nueva…
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